Rancagua es una ciudad que representa fielmente la tradición huasa del campo chileno. Catalogada como tierra fértil, destaca por su producción agrícola, sus viñedos y por su invaluable riqueza patrimonial, todo lo cual se funde con su estrecha vinculación a la explotación del cobre.
Fundada en el año 1743 bajo el nombre de Villa Santa Cruz de Triana, por el entonces gobernador del Reino de Chile, José Antonio Manso de Velasco, aún su damero fundacional preserva parte de ese legado, que se remonta a la época de la conquista española.
A pesar de haber sido escenario de unos de los episodios más sangrientos de la historia independentista del país, como lo fue la Batalla de Rancagua en el año 1814, hoy en sus apaciguas calles reina la tranquilidad y amabilidad de su gente.
Dentro de sus principales atractivos destacan la Iglesia de La Merced, templo que actualmente se encuentra en reconstrucción y donde el prócer de la patria Bernardo O´Higgins y sus soldados se refugiaron durante la gesta heroica antes señalada.
A solo pasos se encuentra la Plaza de Los Héroes, lugar donde también se enfrentaron patriotas y realistas, y que además tiene la particularidad de que convergen solo cuatro calles.
Desde este punto, y en dirección sur, se encuentra el Paseo Estado, eje histórico de la ciudad, donde se ubican la Casa del Pilar de Esquina y la Casa del Ochavo, las cuales conforman el Museo Regional de Rancagua, y cuya data es del siglo XVIII, vale decir, del periodo de fundación de la Villa Santa Cruz de Triana.
Continuando una cuadra más hacia el sur, se halla la recientemente restaurada Casa de la Cultura, inmueble colonial que sirvió como refugio de las fuerzas realistas durante la cruenta Batalla de Rancagua.
Todo esto nos habla de una ciudad llena de historia, y que además combina la tradición del campo chileno, constituyéndose en un buen punto de partida para conocer otros atractivos de sus alrededores y la región de O’Higgins.
En Rancagua dio trémula nota
el clarín de la muerte al sonar
y fue un riego la sangre patriota
para el árbol de la libertad.
Ave Fénix, que nunca perece
revestida de un nimbo triunfal,
¡Oh Rancagua! Tu gloria florece
en un loco heroísmo inmortal.
En tu plaza se vio reflejada
una hoguera de inmenso fulgor
de tu plaza la gran llamarada
y de O’Higgins el fiero valor.
Cual guirnalda de octubre, florida
en tus calles los nombres se ven
de los bravos que al darte sus vidas
un laurel han prendido en tu sien.
Y una torre que el tiempo detiene,
centinela de honor y de luz,
para el pecho del héroe sostiene
de martirio y de gloria, una cruz.
Letra: Oscar Castro Zúñiga